Tinker Tailor Soldier Spy (o de cómo cuatro profesiones no conforman un título en español apropiado).

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Admitamos que el título provenga de la traducción (a falta de una palabra más adecuada) de la novela de John le Carré, pero sin duda, alguna cabeza bienpensante debió de imaginar que un título formado por cuatro profesiones era demasiado para la media.

No desvariemos. La película, que es lo que me importa. Partiendo de la base que no soy crítico de cine (ni de nada; si acaso soy criticón) no querría calificarla como una sorpresa, porque la verdad es que esperaba mucho de esta cinta, y en ese sentido no ha defraudado.

Tomando la licencia del símil económico, si un director crea dos grandes obras consecutivas, podríamos decir que está en ascensión, y si es así, Tomas Alfredson tiene un duro trabajo por delante, porque después Déjame entrar (tan hermosa como inquietante) y de esta última película, el listón está muy alto.

Cierto que con un plantel de actores como el que desfila por la pantalla puede hacer pensar que el trabajo sea más sencillo, pero de sobra es sabido que ese detalle nunca garantiza el éxito. Las buenas interpretaciones son acompañadas de una puesta en escena acertada, de una ambientación que recrea sin excesos el principio de los años 70 y de una historia de espías como las de antes, en la que no se olvidan los ingredientes básicos como los juegos de engaños, las traiciones, las escuchas, los disparos… en la que hay que prestar atención a cada mirada, a cada señal que aparece en pantalla, en la que no resultará difícil perderse si no se está atento (los personajes van y vienen, entran y salen, los acontecimientos no se olvidan, los flashbacks se suceden) rodada casi asépticamente, casi como si del trabajo de un espía profesional se tratara, presentada pausadamente, y con la maestría sin embargo de mantenerte en tensión durante casi todo el metraje.

Quien sienta no obstante la necesidad de aplaudir o silbar al final de una película, o quien espere una cinta de (espías) de acción, con sus volteretas imposibles o sus explosiones a mansalva, que se meta en la sala de al lado a ver al comedor de placentas.