Sabía que era un vicio ampliamente censurado, pero se lo permitía en ciertos momentos. Vivía sola, así que se limitaba a hacerlo en casa. No ya para evitar ser reprochada por nadie, sino para no ser detenida, ya que si bien el consumo hacía tiempo que era punible, desde hacía relativamente poco la posesión también constituía delito.
Hacía ya muchos años que la prohibición se había extendido a cualquier lugar de pública concurrencia, incluyendo espacios abiertos como parques o calles. Su abuelo le había contado en varias ocasiones cómo recordaba cuando siendo un chaval se habían promulgado las primeras leyes que afectaban a locales públicos tales como restaurantes, teatros o medios de transporte, y la polémica que esas leyes levantaron en su tiempo.
Se habilitaron locales específicos para quienes desearan continuar, por su cuenta y riesgo, con unas prácticas tan insalubres, una suerte de clubs en los que al parecer, y también según historias de su ya difunto abuelo, la oferta de vicio resultaba de una amplitud tal que no eran infrecuentes los casos de individuos que perdían las horas muertas en dichos antros.
Cabía la posibilidad de identificar, si uno observaba, a quienes salían subrepticiamente de estos lugares, pues era sabido que en ocasiones podían ser delatados por síntomas físicos, como por ejemplo los ojos enrojecidos.
Otras leyes, también ya antiguas, habían venido a regular cada más estrictamente estos centros. La afluencia de clientes mermó a medida que pasaron los años, y finalmente se logró clausurarlos todos y acabar con su pernicioso influjo.
Esta influencia se ejercía con más fuerza sobre personas jóvenes, y aún en los tiempos actuales suponía una de las mayores preocupaciones de las autoridades el hecho de que cada vez a más temprana edad los adolescentes (niños, incluso) caían en las redes de los traficantes.
No importaba el esfuerzo que los dirigentes del país pusieran en concienciar a los ciudadanos del peligro que todo esto implicaba. Se recalcaba el hecho de que infringir estas leyes no solo era nocivo para el propio individuo sino especialmente para quienes lo rodeaban, ya que se veían contaminados y a veces sin ser conscientes de ello, siendo los niños quienes más peligro corrían al respecto. Esta era una de las escasas preocupaciones comunes con independencia del signo o tendencia del partido político en el poder: todos sin excepción, cada uno con mayor vehemencia que el gobierno anterior, habían reforzado las prohibiciones, habían aumentado las campañas publicitarias y habían puesto, en definitiva, todos los medios en su poder para acabar con esta lacra.
La sociedad, de manera general y para tranquilidad de la clase dirigente, había ido asumiendo paulatinamente el mensaje, y sobre todo había entendido que librándose de estos vicios se vivía con más sosiego y con menos preocupaciones. En definitiva, con mayor felicidad.
Y a pesar de ello, a pesar incluso de las redadas constantes y de que las fuerzas del orden procedían a la quema de todo el material incautado tan pronto como la autoridad judicial les autorizaba a ello, el mercado negro florecía en callejuelas oscuras, suburbios y edificios abandonados.
Aún dos horas después de haber escapado por los pelos de la última redada le latía el pulso con tal fuerza que pensaba que podían oírla detrás del desvencijado y apestoso contenedor de basura tras el que se había venido a ocultar. Y sin poder apartar de su mente la decepción que supondría para sus padres verla en ese estado, fue vencida por el ansia de consumir y no logró esperar a llegar a casa. Fue incapaz de resistir la tentación de llevarlo a la nariz y aspirar con profusión, y en su hediondo escondite, bajo el escuálido haz que la oxidada farola arrojaba sobre ella, abrió el libro que le había costado más de un mes de sueldo y lo leyó de principio a fin.
Genial! Enhorabuena por el post 😉
Gracias Awita ^^
Jaime, el relato es genial… no sabía esa afición tuya de escribir… aunque no me parece nada raro… Lo que sí me ha sorprendido es esto del blog… nunca había entrado en ninguno , me gusta creo que es algo que yo buscaba hace tiempo… a lo mejor me animo.
Muchísimas gracias Ana. Son aficiones que se pueden practicar con menos asiduidad de la que gustaría (como buena afición, claro). Y te animo a que te animes, me consta que tienes mucho que decir ;))