Doctor Who es una serie que se mantiene por sí sola, pero no olvidemos que hace ocho años, para excepción de un reducto de geeks, era desconocida por el gran público (no digamos por el ibérico) y (casi) odiada por los peces gordos.
Eccleston no hizo mal trabajo, y Tennant lo bordó, pero fue Piper (a pesar de todas las críticas previas que recibió) quien solidificó la estructura narrativa de esos primeros años. Ninguna otra companion de la era Davis (ni de la Moffat, por mucho cariño que se les tenga a los Pond) ha calado como lo hizo el personaje de Billie, el primero y el último con quien se encontró el Décimo Doctor.
Un poco por sorpresa, Rose se ha convertido ya en la Sarah Jane de la nueva generación.