Mientras que en estas tierras ibéricas triunfaban Bandoleras y Piratas en Barcos, o Ángeles y Demonios que iban a clases de Física y Química, en 2011 partía la pana en Corea una adaptación a imagen real (lo que viene siendo un live action, para los no iniciados) de una de las más queridas series de cómic de los 90 y que tan buenos recuerdos dejó a la chavalada de la época, el “Cazador” de Tsukasa Hojo.
Así que haciendo alarde de mi más recalcitrante alma cinéfaga, hace unas semanas acabé de ver los veinte episodios de esta serie, y pues que me apetece vomitar por aquí un par de comentarios.
No voy a hablar en profundidad de la obra, ni de la original ni de esta adaptación, que para eso ya hay multitud de blogs sobre doramas por ahí (y sobre doramas coreanos en particular, es increíble), pero sí me gustaría comentar algunos aspectos que no he leído en ningún sitio (o, en su defecto, que he sido demasiado vago para encontrar).
Iría terminando el segundo capítulo cuando llegué a una hipótesis que fue quedando demostrada a medida que avanzaba la serie, a saber: que esta adaptación se trata de una producción palomitera altamente disfrutable siempre y cuando se encuentren con éxito estas tres condiciones:
CONDICIÓN PRIMERA.
Superar el tedioso, a ratos insufrible y aparentemente interminable primer episodio. Vale, no es una carta de presentación muy apetitosa. Admitido. Las producciones coreanas tienden a poner a los espectadores en antecedentes de los personajes que desarrollarán y cargarán con el peso de los hechos que están por venir. El problema es que estos antecedentes en ocasiones se remontan hasta la primera cagada del protagonista siendo bebé y esto, cuando los acontecimientos están por hilvanar, cuando de hecho ni siquiera tienes una pista de por dónde pueden tirar, descoloca bastante.
Explicar según qué circunstancias del pasado de los protagonistas mediante flashbacks ayudaría a aligerar el inicio de la “chicha” y, por otra parte, permitiría ir desvelando ciertos detalles poco a poco. Se agradece la intención, aunque se corre el riesgo de cansar al personal. Así pues, si te decides, curioso lector, por darle una oportunidad a la serie, espera por lo menos a acabar el segundo episodio para hacerte una idea de por dónde pueden ir los tiros. Aunque eso sí, la historia empieza a coger ritmo y a enganchar en torno al quinto episodio.
CONDICIÓN SEGUNDA.
No olvidar que estamos hablando en todo caso de un dorama coreano. De acción, pero coreano. Esto implica altas, altísimas dosis de melodrama, toda suerte de polígonos amorosos, situaciones que propician equívocos, dudas en ellas, dudas en ellos, primeros planos del guapísimo él y de la hermosísima ella sostenidos casi hasta la exasperación, planos a cámara lenta con los cinco o seis temas empalagosetes repetidos hasta que te los aprendes de memoria en perfecto coreano, flashbacks de situaciones que han ocurrido en el mismo episodio diez minutos atrás (mira, para esto sí que saben usarlos…).
Vaya, tampoco lo estoy pintando muy bien, ¿no? Pues a pesar de ello, a pesar de que en ocasiones te entran ganas de tener a uno de los guionistas delante y empalarlo por moñas, las dosis de comedia descargan a estas situaciones de gran parte de su peso y, en especial, las escenas de acción, de las que cada episodio se encuentra también cargado con generosidad, aderezadas todas ellas con una banda sonora pegadiza y molona, elevan el nivel de disfrute varios enteros.
Vaya aquí un ejemplo de esto, un fan-made MV mezclando varios cortes de acción con uno de los temás más resultones, Sad Run:
CONDICIÓN TERCERA.
Olvidar, desde el primer minuto, cualquier similitud con la obra original de Hojo. Éste fue posiblemente en mi caso una de las mayores trabas para empezar a disfrutar de la serie. Andaba esperando ver desde el principio la versión coreana del detective Ryo “Coque” Saeba, resolviendo únicamente casos propuestos por mozas de buen ver, y más aún ansiaba ver a la versión coreana de Kaori “Julia” Makimura atizando al salido del compañero de su hermano.
No. Borra esto de tu mente. Olvida que estás viendo una serie que se llama City Hunter. Porque de hecho, si desviaras la vista de la pantalla en el momento en el que aparece el título y el reconocimiento a Tsukasa Hojo en los créditos, nada te haría suponer que lo que estás viendo tiene tal nombre.
Como sinopsis, y sin entrar en detalles y ni mucho menos spoilers, la historia arranca en 1983, momento en que cinco miembros del gobierno surcoreano, como respuesta a un ataque del Norte (un suceso históricamente verídico), envían a una veintena de soldados a tierras enemigas para un contraataque. Algo sale terriblemente mal en esta operación, y la inacción de estos cinco señores (era una operación ultra-mega-secreta de la que nada se podía hablar) les cuesta la vida a todos los soldados. A todos menos a uno, Lee Jin Pyo, quien vuelve a Corea, se lleva al hijo recién nacido de uno de sus compañeros muertos, huye a Tailandia, y educa a este hijo como propio, formándolo tanto intelectual como físicamente, sometiéndolo a un duro entrenamiento con el único objetivo de llevar a cabo la venganza sobre quienes propiciaron la muerte de sus compañeros. Veintiocho años después comienza la recta final de esta venganza, en pleno Seúl, y Lee Young Soon (interpretado por Lee Min Ho, quien saltara a la fama por su papel protagonista en Boys Before Flowers, la adaptación coreana de Hana Yori Dango), el niño perdido, será quien deba ejecutarla, aunque no lo hará como su padre adoptivo tenía en mente.
Dosis de acción, comedia, chicos guapos, chicas monas, y la más casposa soap opera (nunca me deja de sorprender la cantidad de casualidades y parentescos que los guionistas son capaces de orquestar) completan un caldo de cultivo para que cada episodio avance un paso en la gestión de la trama de venganza, planeada para que uno a uno los culpables vayan cayendo en ella.
Para terminar, dejo por aquí un fake trailer (también fan-made, claro) de una hipotética película. Como resumen es ideal, porque lo que se narra en el trailer es una concisa sinopsis de lo que va la cosa; de hecho, la historia posiblemente funcionaría a la perfección como película, ya que buena parte del metraje de la serie de TV, además de en eternos primeros planos y en flashbacks, se invierte en tramas secundarias requeridas para completar los sesenta minutos de cada uno de los veinte episodios.
(Off-topic: Vaya momento déjà-vu a lo Casshern, ¿no?).
Y aunque solo está relacionado tangencialmente con el asunto, me resultaba imposible resistirme a mencionar esta otra adaptación hongkie que el mismo Jackie Chan hizo del personaje a principios de los 90, también libérrima, con parodia de Street Fighter incluida, y obviamente reciclada en producto de artes marciales a la medida de su protagonista. Aunque algo quedaba del Saeba original: