No creo en el destino. Sí en la retribución. Y por eso estoy convencido de la existencia de un lugar de sufrimiento innombrable y eterno reservado para aquellos jerifaltes que envían un email con tarea pendiente un viernes a las 8 de la tarde para acometer a la mayor brevedad.
Es el mismo lugar al que irán a parar otros individuos de similar talante y que por ende merecen igual trato, como por ejemplo aquellos que pronuncian Johnny «Dip».
Feliz viernes, por cierto.