La perfección del ojo dorado

Hoy tampoco voy a ser original, pero con esto del medio siglo que cumple el agente secreto con licencia para matar que más gusta del Martini, y el correspondiente bombardeo de anuncios sobre la emisión de la saga en distintos canales de televisión, en especial con la primera caracterización del personaje por parte de Pierce Brosnan, ha sido por supuesto inevitable echar la vista atrás hacia su adaptación en videojuego.

Cualquiera que lo disfrutara en su tiempo entenderá de lo que hablo, y es que Goldeneye es una rara avis en el sector (adjetivo la mar de apropiado, por cierto) por varios motivos.

En primer lugar, no abundan los casos en que un videojuego licenciado desde una película supere la cinta original. Habitualmente las licencias suelen explotar un título famoso y popular en su momento para elaborar un producto rápido, estándar, no muy profundo, escasamente inspirado y poco o nada innovador. En el mejor de los casos. Sin entrar a valorar la calidad de Goldeneye como película, lo cierto es que su adaptación jugátil, además de ser fiel al material original, proporciona una inmersión total en la historia.

Por otra parte, el momento en que se editó el videojuego no deja aún de resultar un tanto extraño. La adaptación de la décimo séptima entrega de la saga vio la luz en 1997, unos dos años después del estreno de la película en cines y casi coincidiendo con el estreno del siguiente título del personaje, El mañana nunca muere. Quizá habría cabido pensar que una adaptación de este nuevo título habría sido un movimiento más inteligente.

Y la consola elegida. Sony hacía casi dos años que había sacado su PlayStation a escena, casi lo mismo que Sega con su Saturn. En el 97, sin embargo, no habían alcanzado una cuota significativa (en especial, PSX no tenía ni por asomo los números de que disfrutaría solo poco más de un año después) y las consolas de 16 bits, aunque en sus últimos coletazos, seguían dominando. N64 era una recién llegada. Y el equipo de Rare, según se ha comentado largamente, no era particularmente ducho en el género. Pero en esos tiempos aún producían en exclusiva para Nintendo (y vaya muestras que hubo de dejarnos esa colaboración con los años).

Fue salir a la venta y convertirse en un éxito de crítica, especializada y de usuarios. Todos los que nos hicimos con una N64 en sus primeros meses de vida teníamos obligatoriamente dos cartuchos en nuestra colección: Mario 64 y Goldeneye.

Los FPS no eran precisamente una novedad como género. Wolfenstein y Doom había sentado las bases hacía años, y Quake mandaba. Pero por más que se haya dicho y comentado, la estructura del desarrollo, por encima de otras virtudes, fueron lo que (quizá sin darnos cuenta) más nos llamó la atención entonces.

La inmersión comienza ya desde que se introduce el cartucho y se enciende la consola: el logo de Nintendo y Rare… y la entrada de 007 exactamente como en cualquier película de la saga.

No encontraremos muchos títulos hoy en día que se tomen la molestia de disponer de un tutorial tan perfecta y sutilmente integrado tanto en la historia como en el propio juego. Desde el primer momento te sientes inmerso, pero cuando, tras varios minutos, te dejan disfrutar del salto en la presa… entonces te atrapa.

La división de las secciones en misiones concretas alejaba al juego de la habitual sistemática de apuntar, disparar y avanzar, incluyendo además una buena cantidad de tareas secundarias. Por otra parte, la disponibilidad de un arsenal digno de un Doble 0, que nos permitía eliminar a nuestros enemigos de diversas formas, el sigilo, apuntar, hacer zooms hasta extremos que rozaban el vouyerismo virtual y un inolvidable multijugador que hacía surgir nuestros más ocultos instintos asesinos hicieron ganar a Goldeneye el respeto y la admiración de una legión de jugadores que lo siguen considerando (por más ángulos que muestren los modelos de los personajes y escenarios) uno de los mejores shooters en primera persona de la historia,  y que habría de inspirar aspectos de vacas sagradas actuales como Splinter Cell o Call of Duty.

En el año 2000 Rare lanzaría Perfect Dark, la que con absoluto buen criterio está considerada como secuela espiritual de Goldeneye. Durante esos tres años la compañía se hizo a la consola de 64 bits y, si bien este título no incluye entre sus filas al agente secreto, es casi lo único que puede echarse de menos; se mantuvo el estilo y la filosofía y se mejoraron todos los aspectos, no solo los técnicos (era necesaria la expansión de memoria de la consola para manejar los gráficos) o jugables. De hecho, la historia, un aspecto que suele descuidarse quizá con demasiada frecuencia en las secuelas, es un aspecto particularmente pulido en la aventura de Joanna, en la que, por otra parte, no se estuvo encorsetado por un guión existente o unos personajes ya definidos.

En cualquier caso, volviendo a nuestro punto de partida y como reflexión final, pocas películas, muy pocas, pueden presumir de haber sido adaptadas en forma de videojuego con el esmero, cariño y calidad con que lo fue Goldeneye. Y solo algunos videojuegos permanecen en el recuerdo de quienes los jugaron con la fuerza de este cartucho que de seguro fue convenientemente mazclado pero no agitado.

http://www.youtube.com/watch?v=Bj1z7F5BkyM

(Por cierto, no poseo los derechos de ninguna de las imágenes o vídeo previos, pero nadie se mosquea, ¿no?).

No diga Coque. No diga Ryo. Diga Lee Young Soon.

Mientras que en estas tierras ibéricas triunfaban Bandoleras y Piratas en Barcos, o Ángeles y Demonios que iban a clases de Física y Química, en 2011 partía la pana en Corea una adaptación a imagen real (lo que viene siendo un live action, para los no iniciados) de una de las más queridas series de cómic de los 90 y que tan buenos recuerdos dejó a la chavalada de la época, el “Cazador” de Tsukasa Hojo.

Así que haciendo alarde de mi más recalcitrante alma cinéfaga, hace unas semanas acabé de ver los veinte episodios de esta serie, y pues que me apetece vomitar por aquí un par de comentarios.

No voy a hablar en profundidad de la obra, ni de la original ni de esta adaptación, que para eso ya hay multitud de blogs sobre doramas por ahí (y sobre doramas coreanos en particular, es increíble), pero sí me gustaría comentar algunos aspectos que no he leído en ningún sitio (o, en su defecto, que he sido demasiado vago para encontrar).

Iría terminando el segundo capítulo cuando llegué a una hipótesis que fue quedando demostrada a medida que avanzaba la serie, a saber: que esta adaptación se trata de una producción palomitera altamente disfrutable siempre y cuando se encuentren con éxito estas tres condiciones:

 

CONDICIÓN PRIMERA.

Superar el tedioso, a ratos insufrible y aparentemente interminable primer episodio. Vale, no es una carta de presentación muy apetitosa. Admitido. Las producciones coreanas tienden a poner a los espectadores en antecedentes de los personajes que desarrollarán y cargarán con el peso de los hechos que están por venir. El problema es que estos antecedentes en ocasiones se remontan hasta la primera cagada del protagonista siendo bebé y esto, cuando los acontecimientos están por hilvanar, cuando de hecho ni siquiera tienes una pista de por dónde pueden tirar, descoloca bastante.

Explicar según qué circunstancias del pasado de los protagonistas mediante flashbacks ayudaría a aligerar el inicio de la “chicha” y, por otra parte, permitiría ir desvelando ciertos detalles poco a poco. Se agradece la intención, aunque se corre el riesgo de cansar al personal. Así pues, si te decides, curioso lector, por darle una oportunidad a la serie, espera por lo menos a acabar el segundo episodio para hacerte una idea de por dónde pueden ir los tiros. Aunque eso sí, la historia empieza a coger ritmo y a enganchar en torno al quinto episodio.

 

CONDICIÓN SEGUNDA.

No olvidar que estamos hablando en todo caso de un dorama coreano. De acción, pero coreano. Esto implica altas, altísimas dosis de melodrama, toda suerte de polígonos amorosos, situaciones que propician equívocos, dudas en ellas, dudas en ellos, primeros planos del guapísimo él y de la hermosísima ella sostenidos casi hasta la exasperación, planos a cámara lenta con los cinco o seis temas empalagosetes repetidos hasta que te los aprendes de memoria en perfecto coreano, flashbacks de situaciones que han ocurrido en el mismo episodio diez minutos atrás (mira, para esto sí que saben usarlos…).

Vaya, tampoco lo estoy pintando muy bien, ¿no? Pues a pesar de ello, a pesar de que en ocasiones te entran ganas de tener a uno de los guionistas delante y empalarlo por moñas, las dosis de comedia descargan a estas situaciones de gran parte de su peso y, en especial, las escenas de acción, de las que cada episodio se encuentra también cargado con generosidad, aderezadas todas ellas con una banda sonora pegadiza y molona, elevan el nivel de disfrute varios enteros.

Vaya aquí un ejemplo de esto, un fan-made MV mezclando varios cortes de acción con uno de los temás más resultones, Sad Run:

 

CONDICIÓN TERCERA.

Olvidar, desde el primer minuto, cualquier similitud con la obra original de Hojo. Éste fue posiblemente en mi caso una de las mayores trabas para empezar a disfrutar de la serie. Andaba esperando ver desde el principio la versión coreana del detective Ryo “Coque” Saeba, resolviendo únicamente casos propuestos por mozas de buen ver, y más aún ansiaba ver a la versión coreana de Kaori “Julia” Makimura atizando al salido del compañero de su hermano.

No. Borra esto de tu mente. Olvida que estás viendo una serie que se llama City Hunter. Porque de hecho, si desviaras la vista de la pantalla en el momento en el que aparece el título y el reconocimiento a Tsukasa Hojo en los créditos, nada te haría suponer que lo que estás viendo tiene tal nombre.

Como sinopsis, y sin entrar en detalles y ni mucho menos spoilers, la historia arranca en 1983, momento en que cinco miembros del gobierno surcoreano, como respuesta a un ataque del Norte (un suceso históricamente verídico), envían a una veintena de soldados a tierras enemigas para un contraataque. Algo sale terriblemente mal en esta operación, y la inacción de estos cinco señores (era una operación ultra-mega-secreta de la que nada se podía hablar) les cuesta la vida a todos los soldados. A todos menos a uno, Lee Jin Pyo, quien vuelve a Corea, se lleva al hijo recién nacido de uno de sus compañeros muertos, huye a Tailandia, y educa a este hijo como propio, formándolo tanto intelectual como físicamente, sometiéndolo a un duro entrenamiento con el único objetivo de llevar a cabo la venganza sobre quienes propiciaron la muerte de sus compañeros. Veintiocho años después comienza la recta final de esta venganza, en pleno Seúl, y Lee Young Soon (interpretado por Lee Min Ho, quien saltara a la fama por su papel protagonista en Boys Before Flowers, la adaptación coreana de Hana Yori Dango), el niño perdido, será quien deba ejecutarla, aunque no lo hará como su padre adoptivo tenía en mente.

Dosis de acción, comedia, chicos guapos, chicas monas, y la más casposa soap opera (nunca me deja de sorprender la cantidad de casualidades y parentescos que los guionistas son capaces de orquestar) completan un caldo de cultivo para que cada episodio avance un paso en la gestión de la trama de venganza, planeada para que uno a uno los culpables vayan cayendo en ella.

 

Para terminar, dejo por aquí un fake trailer (también fan-made, claro) de una hipotética película. Como resumen es ideal, porque lo que se narra en el trailer es una concisa sinopsis de lo que va la cosa; de hecho, la historia posiblemente funcionaría a la perfección como película, ya que buena parte del metraje de la serie de TV, además de en eternos primeros planos y en flashbacks, se invierte en tramas secundarias requeridas para completar los sesenta minutos de cada uno de los veinte episodios.

(Off-topic: Vaya momento déjà-vu a lo Casshern, ¿no?).

 

Y aunque solo está relacionado tangencialmente con el asunto, me resultaba imposible resistirme a mencionar esta otra adaptación hongkie que el mismo Jackie Chan hizo del personaje a principios de los 90, también libérrima, con parodia de Street Fighter incluida, y obviamente reciclada en producto de artes marciales a la medida de su protagonista. Aunque algo quedaba del Saeba original:

http://www.youtube.com/watch?v=Xh-mSX_gkF8

La historieta nacionalizada

Siempre resulta complicado determinar hasta qué punto las aficiones que uno cultiva son consecuencia de sembrados previos o iniciativas cien por cien propias. Ya sea bien porque te has contagiado del hobby de alguien o bien porque eliges uno diametralmente opuesto, muy posiblemente nuestros pasatiempos se encuentran encaminados, al menos en parte, por estos hechos.

A mí por ejemplo me gusta el cómic. Me atrae en general cualquier medio que facilite la huida, aunque sea temporal, de este mundo a otros, y el tebeo es un soporte que ha potenciado esta posibilidad desde su misma concepción.

Si hablamos de Capi, Jabato o el Guerrero, por citar solo a tres de los más significativos, se corre el riesgo de ser tachado de carroza (viejuno, dirían también otros) aunque qué duda cabe que otorga cierto caché nombrar a los clásicos.

Mencionar los Copitos suele implicar sin embargo miradas de desconfianza, recelo e incredulidad. “¿Copito? ¿Qué te has fumao, macho?” Tienen que concurrir ciertos factores, entre ellos por ejemplo haber sido niño en los 70, o en su defecto padre en la misma época, haber sido constante durante unos tres años y pico y profesar cierto afecto hacia la historieta.

Buscando un poco de info en la red, parece ser que la revista Copito vivió dos épocas en su corta existencia; la primera, en el 77, en la que recogía obras de autores como Peñarroya, Rojas o Escobar, y de la que no guardo recuerdo alguno. La segunda, que efectivamente es la que yo compartí, abarcó entre el 80 y el 82, y la publicación de Bruguera reformuló su estilo para convertirse en una vía para adaptar a viñetas las series de animación de Hanna-Barbera que tantas horas nos hicieron pasar delante de la tele a los niños de flequillo-cazo de la época.

El oso Yogui, Jinx, Pixie y Dixie, Los Picapiedra, Scooby Doo (Escubi Du, ya les valía…). No me engaño, el contenido no era precisamente de calidad, se escudaba en unos personajes populares para ofrecer un producto reciclado y sin lugar a dudas una publicación como esta hoy en día ni me detendría a mirarla. Pero eran mis Copitos. No recuerdo (si es que alguna vez lo supe) si serían historias que ya conocía de la tele o si serían originales, aunque sí estoy seguro de que poco me importaba.

Durante casi cuatro años cada semana un Copito era devorado desde la portada hasta el código de barras, y durante varios años más los cerca de cien ejemplares ocuparon buena parte de una de las repisas de mi habitación. Hasta que cierto día mi madre decidió que yo no los iba a querer seguir conservando y cedió a los hijos de unos amigos los derechos de su uso y disfrute. Y destrozo. Y sin opción a negociar precio adecuado o compensación.

Me pregunto si debería hablarle de este tío que vende en eBay una colección completa por 250 euros.

No mucho después, ese año en que España fue invadida por una horda de pájaros de pico arcoíris y perros bidimensionados, mi madre me pidió que diera unas clases particulares de Física a la hija de unos amigos (otros amigos). Antes de que me diera tiempo a calcular si con las ganancias me alcanzaría para dos cartuchos con los que alimentar al recién estrenado cerebro de la bestia o tendría que conformarme con uno solo, ella ya había tarifado mis servicios en cero pesetas la hora, argumentando que había que proporcionar a la gente que se aprecia todos los recursos a nuestro alcance y que pretender lucrarse con ello no era ético.

No obstante, una vez finalizados, es de justicia reconocer que mis servicios fueron recompensados con un bolígrafo. Imagino que en buena lógica supusieron que la media docena de otros tantos útiles de escritura que recibí por mi Primera Comunión ya debían de estar más que secos.

Mi madre es una gran madre. Pero no puedo dejar de pensar que le habría ido relindo en la vida política argentina, che.

 

DISCLAIMER:

Esta historia está inspirada en hechos reales. Algunos nombres han sido alterados y algunos pasajes modificados con propósitos dramáticos.

Detectives y quesos. Y no voy a hablar de Basil. Aunque en cierto modo sí.

Hablando de que Lucy Liu hará de Watson en Elementary, comentábamos ayer que será que los productores quieren darle un toque de originalidad al producto introduciendo en la adaptación una tensión sexual entre los protagonistas que tan bien le pega sin duda a la misoginia de Holmes.

Una pareja protagonista, de sexos opuestos. Un terreno ya abonado para crear situaciones de lo más picantonas y comprometidas, en las que poder jugar con un quiero-no-quiero, un me-gustas-no-te-soporto. Debe de ser la primera vez que a alguien se le ocurre algo así.

Bueno, eso si no contamos Bones. O Castle. O Tru Blood. O The Big Bang Theory. O Fringe. O El Mentalista. O House. O Futurama. O Expediente X. O Remington Steel. O Luz de Luna. O… espera, que no estamos contando los casos patrios, Aguiluchos Coloraos deshojando Margaritas y tal… Bueno, eso.

Cotilleando por internet (as usual) me he topado con que hasta existen siglas clínicas para definir estos conocidísimos síntomas: TSNR. Tensión Sexual No Resuelta, claro. Paleto de mí.

En inglés, URST: Un-resolved Sexual Tension. Elemental.

Un gran queso. Y seguramente nada más.

La culpa del spam en todo el mundo la tienen los Monty Python

Para la mayoría de los que nos movemos un poco por esto de las redes no nos coge por sorpresa el título de esta entrada, pero me llamó la atención que casi ninguno de los tertulianos que charlábamos hace escaso tiempo en un descanso en el trabajo conociera que la génesis del término “spam” se encuentra en un sketch de los Monty Python; había también quienes me respondieron “¿los Montiqué?”; a dichos individuos ya les he retirado la palabra hasta que me presenten una propuesta de canonización de Graham Chapman.

En el sketch en cuestión, Idle y Chapman “aterrizan” en un restaurante en el que la camarera, un habitualmente histriónico Terry Jones, les ofrecía una variedad de platos en los que en todos había cerdo enlatado (spam), siendo absolutamente imposible consumir nada sin recibir su dosis correspondiente de spam; de ahí surgió el término como algo que te cuelan sin que realmente lo quieras y sin que puedas evitarlo.

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Y como la Historia es una de mis aficiones, emulando a cualquier estudiante de Secundaria que se precie surfeé un ratillo para recopilar algo de información (algún día a ver si hablo del origen de la corbata, que siempre ha sido algo que, muy tontuna e inexplicablemente, me ha interesado).

Por una parte, en cuanto a lo que hoy entendemos por spam, la Wiki data la primera aparición el 3 de mayo de 1978, aunque solo afectó a unos pocos usuarios de la americana ARPANET (ya sabéis, la predecesora de internet creada por el Departamento de Defensa estadounidense).

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El primer caso de spam a gran escala se produjo, parece ser, el 18 de enero de 1994, fecha en la que todos los grupos de noticias de USENET (uno de los primigenios sistemas de comunicaciones entre redes de ordenadores para el gran público) se encontraron con un mensaje que rezaba (nunca mejor dicho): “Global Alert for All: Jesus is Coming Soon”.

Apenas tres meses después, en abril de 1994, la firma de abogados Canter and Siegel publica en USENET un mensaje bajo el título “Green Card Lottery – Final One?”; estos señores, al contrario que en cualquier caso anterior, no solo no escondieron la mano, sino que se mostraron orgullosos de su logro y, aunque se granjearon el cabreo de la inmensa mayoría de usuarios, consiguieron su objetivo: que se hablara de ellos (el caso llegó a los periódicos).

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En cuanto al producto original, el spam fue algo así como la base alimenticia de los soldados británicos y soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial, siendo comercializado en todo el mundo desde finales de los 50 y gozando de una amplia popularidad en los 60 gracias al por entonces revolucionario sistema de apertura de la lata mediante una anilla incorporada que hacía innecesario el uso de abrelatas. Por lo visto existen un par de teorías acerca del origen del nombre, que data de los años 30; una versión, según leo la oficial, indicaría que se trata de una contracción de “spiced ham”, mientras que otra sugiere que procede de “shoulder of pork and ham”. Al parecer, en los 70, la mayor productora europea de spam era una empresa danesa, lo que explica la presencia de los incansables comensales vikingos y su cantinela: “Spam, spam, spam, spam, extraordinary spam!!!” entre las apariciones de John Cleese y Michael Palin.

Y aquí, el sketch de marras, subtitulado y convenientemente spameado e infectado.

Para una inmersión altamente gratificante sobre etimología electrónica, de donde he obtenido parte de la info de esta entrada, es recomendable visitar “Origin of the term spam to mean net abuse”, de Brad Templeton, así como los incontables enlaces que contiene.

Otras fuentes para esta entrada:

http://es.wikipedia.org/wiki/Spam

http://es.wikipedia.org/wiki/Spam_(alimento)

Veinte similitudes más que curiosas entre Babylon 5 y El Señor de los Anillos

Andaba yo pensando hace poco, a raíz del estreno del primer trailer de El Hobbit, que hace ya más de diez años (lo que me supuso un nano-segundo de bajón, por cierto) publiqué una especie de macro-post en cierto portal de cuyo nombre no quiero acordarme, post en el que había recopilado algunas similitudes más que curiosas que había ido encontrando entre toda la historia El Señor de los Anillos y la cosmología de Babylon 5, para mí, y muy a pesar del Dr. Cooper, una de las series de ciencia-ficción más completas y con un arco argumental más elaborado que se han producido.

Daba en aquel entonces por hecho, y lo sigo pensando, que estos parecidos razonables suponen una especie de homenaje “subliminal” que me hicieron pensar en Straczynski como un profundo admirador de la obra de Tolkien, queriendo dejar constancia de ello en su “criatura”, pero eso no viene al caso ahora.

Y pues que me ha parecido una buena ocasión ésta para dejarla por aquí colgada. Soy muy consciente de que un tecleo rápido en nuestro buscador favorito nos lleva a que en la Wiki (por citar un ejemplo) tenemos una lista de referencias mucho más exhaustiva que esta que expongo a continuación, pero también me gustaría dejar constancia de que éste se trató de un de un verdadero trabajo de escribano, recopilado a lo largo de bastante tiempo consultando y marcando las ediciones de bolsillo de Minotauro con las portadas de Howe, y contrastándolas con los VHS grabados, y la mayor parte en una época en que los cyber-cafés quizá existieran para urbanitas, con lo que no ya contrastar, sino la mera idea de consultar esta información en la red no se le pasaba a nadie por la cabeza.

Voy a dejar pues el texto tal cual, corrigiendo erratas y enumerando los puntos, con las mismas posibles inexactitudes que tuviera en su día cuando lo publiqué por primera vez. Y como entonces, y para no ser ya más cansino, solo espero que esto no resulte demasiado tocho. Eso sí, para entender todo lo que escribo a continuación es necesario conocer, obvia decirlo, tanto la historia de la Tierra Media, como la de la Galaxia del s.XXIII.

Ah, y por supuesto, van spoilers a cascoporro, se entiende.

1.- Para empezar, el propio nombre con el que se designa a las “fuerzas oscuras” es el mismo en ambos casos: “las Sombras”; es cierto que si bien en Babylon 5 éste es el nombre exacto, en El Señor de los Anillos es más bien una metáfora, pero el caso es que emplean el mismo nombre. Bueno, vale, esto no quiere decir nada, y en muchas historias se usa este nombre para designar a las “fuerzas del mal”, pero no es más que el comienzo…

2.- El uniforme de los oficiales del Cuerpo Psíquico en Babylon 5 (por muchos aspectos y razones, unos de “los malos”) es de un negro que asusta… igual que la vestimenta de los Nazgûl… Vale, otro detalle imbécil, pero hay más…

3.- Precisamente la insignia del Cuerpo Psíquico, una serpiente engarzada, es la misma que la que usaban los Haradrim…

4.- Otra cuestión que tampoco es demasiado relevante, al menos en principio, es el evidente paralelismo que existe entre los Elfos y los Mimbari. Estos últimos, no tanto por su aspecto físico (aunque el poco vello es un indicio) sino más bien por sus rasgos sociales, de costumbres, de “espiritualidad”, etc., toman numerosos aspectos prestados de los Elfos.

5.- En ambos “universos” se hacen alusiones a los “Primeros”.

6.- La raza con la que menos se cuenta en un principio (los Humanos en el caso de Babylon 5 y los Hobbits en el de El Señor de los Anillos) es la que en el desenlace de los hechos juega el papel más determinante.

7.- En Babylon 5 conocemos a Lórien, El Primero. En la mitología de El Señor de los Anillos encontramos a Lórien, el Vala, Señor de los Sueños (no Eru, El Único, pero al fin y al cabo, sí uno de los Primeros).

8.- Además, el Lórien de Babylon 5 se introduce en los sueños de Sheridan…

9.- El nombre de Lórien se parece sospechosamente al de Lothlórien, y mientras que los Elfos de la Tierra Media hablan de los Valar, en B5 se habla insistentemente de Valen con el máximo respeto.

10.- En el mundo de Tolkien existe una rivalidad ancestral (aunque no innata, sino debida a “incidentes pasados”) entre Enanos y Elfos. En el mundo de Straczynski la rivalidad (no innata, sino debida a “incidentes pasados”) se da entre Centauris y Narns.

11.- Sin embargo, un Elfo y un Enano, Legolas y Gimli, llegan a colaborar juntos por una causa común mayor, y llegan a saber apreciarse el uno al otro, lo mismo que ocurre entre un Centauri (Londo) y un Narn (G’Khar).

12.- Curiosamente, en ambos casos, ambos pasan “al otro lado” juntos.

13.- La historia de El Señor de los Anillos se desarrolla en los últimos años de la Tercera Edad del Sol, esto es, la Tercera Edad del Mundo en la que existen los Hombres. En Babylon 5 se nos dice que estamos en «el amanecer de la Tercera Era de la Humanidad». Bueno, en un caso terminamos y en otro empezamos, pero en ambos estamos en la «Third Age».

14.- La forma que adopta Sauron en su última aparición en la Tierra Media es la de un Ojo Rojo Sin Párpado que busca “algo” desesperadamente… Cuando Delenn, Ivanova y Lyta van a Z’ha’dum en busca de Sheridan, un Ojo Rojo les observa, escudriñando cada rincón, buscando algo y minando la voluntad de todos los tripulantes del Estrella Blanca. Éste fue el primer momento en que me di cuenta de que Babylon 5 bebía mucho de la fuente de El Señor de los Anillos (o que al menos eso parecía).

15.- Después de eso, me pareció más que sospechoso el parecido de estos nombres: Z’ha’dum, el “hogar de las Sombras” (en Babylon 5), y el nombre Enano Khazâd-Dum (o Moria en la Lengua Negra), que si bien en un principio fue el principal hogar de los Enanos, en la Tercera Edad es precisamente morada de Sombras.

16.- Sheridan y Delenn acaban uniéndose en pareja, una unión que significa al mismo tiempo el fin de una era y el inicio de otra nueva, una unión que implica el enlace entre un Humano y una Mimbari. Pues Aragorn y Arwen hicieron lo mismo, concluyendo una era e iniciando también de ese modo una nueva e implicando la unión entre un Humano y una Elfa.

17.- En Babylon 5 existe un grupo de valientes que combaten el mal desde hace tiempo sin dejarse ver; ayudan a la población sin pedir nada a cambio, sin que aquellos a quienes ayudan sepan siquiera de su existencia. Son los Anglashok, en la lengua Mimbari, o los Rangers, en correcto inglés. Un papel idéntico desempeñan en El Señor de los Anillos los Montaraces, que curiosamente, en la versión original en inglés (o en la Legua Común) de la obra de Tolkien, se llaman Rangers.

18.- Además, el líder de los Anglashok termina (o terminó) siendo líder de su pueblo. Igual que el líder de los Montaraces.

19.- Gandalf cae a un abismo en Khazâd- Dum, sacrificándose para salvar a sus compañeros, llevándose por delante la amenaza que les acechaba (léase Balrog) y más adelante vuelve “de entre los muertos”… sigue siendo él, pero ya no es el mismo que era… Sheridan cae a un abismo en Z’ha’dum, sacrificándose para salvar a sus compañeros, llevándose por delante la amenaza que les acechaba (léase «algunas Sombras») y más adelante vuelve “de entre los muertos”… sigue siendo él, pero ya no es el mismo que era…

20.- Al final de todo, Sheridan parte con Lórien “en cuerpo y alma”…. Al final, los Portadores del Anillo parten hacia las Tierras Imperecederas “en cuerpo y alma”.

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Vivimos por el Uno.

Morimos por el Uno.

Tinker Tailor Soldier Spy (o de cómo cuatro profesiones no conforman un título en español apropiado).

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Admitamos que el título provenga de la traducción (a falta de una palabra más adecuada) de la novela de John le Carré, pero sin duda, alguna cabeza bienpensante debió de imaginar que un título formado por cuatro profesiones era demasiado para la media.

No desvariemos. La película, que es lo que me importa. Partiendo de la base que no soy crítico de cine (ni de nada; si acaso soy criticón) no querría calificarla como una sorpresa, porque la verdad es que esperaba mucho de esta cinta, y en ese sentido no ha defraudado.

Tomando la licencia del símil económico, si un director crea dos grandes obras consecutivas, podríamos decir que está en ascensión, y si es así, Tomas Alfredson tiene un duro trabajo por delante, porque después Déjame entrar (tan hermosa como inquietante) y de esta última película, el listón está muy alto.

Cierto que con un plantel de actores como el que desfila por la pantalla puede hacer pensar que el trabajo sea más sencillo, pero de sobra es sabido que ese detalle nunca garantiza el éxito. Las buenas interpretaciones son acompañadas de una puesta en escena acertada, de una ambientación que recrea sin excesos el principio de los años 70 y de una historia de espías como las de antes, en la que no se olvidan los ingredientes básicos como los juegos de engaños, las traiciones, las escuchas, los disparos… en la que hay que prestar atención a cada mirada, a cada señal que aparece en pantalla, en la que no resultará difícil perderse si no se está atento (los personajes van y vienen, entran y salen, los acontecimientos no se olvidan, los flashbacks se suceden) rodada casi asépticamente, casi como si del trabajo de un espía profesional se tratara, presentada pausadamente, y con la maestría sin embargo de mantenerte en tensión durante casi todo el metraje.

Quien sienta no obstante la necesidad de aplaudir o silbar al final de una película, o quien espere una cinta de (espías) de acción, con sus volteretas imposibles o sus explosiones a mansalva, que se meta en la sala de al lado a ver al comedor de placentas.

De las modificaciones en Facebook y otros vaticinios apocalípticos

Soy usuario de Facebook. Como varios millones de personas en todo el mundo. No soy un usuario particularmente activo, ni es mi red social favorita, y de hecho soy más bien crítico y cínico hacia ella. ¿De verdad nos interesa la vida de un compañero de clase de quien hace veinte años que no nos hemos molestado en intentar averiguar qué ha sido de él, cuando a veces ninguno de los dos nos hemos movido de la misma ciudad? ¿Más allá de cotillearle un poco sus fotos, ver dónde ha viajado, con quién se ha casado y comprobar que está más gordo y más calvo que nosotros, o al revés? Pero en fin, también publico con relativa frecuencia. Qué le vamos a hacer. Soy contradictorio.

A lo que iba. Cuando me he conectado hoy por la tarde para echar un vistazo a lo que se cotilleaba en este patio, me he encontrado mi muro (término que actualmente ha adquirido un primer significado distinto al que tenía hace cuatro o cinco años) lleno de bienintencionados mensajes pidiéndome que desmarcara la suscripción de mis contactos (al menos de aquél de quien procedía la publicación); seguro que tú también la has leído, seguro; seguidamente, cómo no, se procedía a la inevitable petición de copiar y pegar el texto en mi propio muro.

Ay. El copypaste. Cuán traicionera arma.

No he leído en mi muro en ningún momento avisos bienintencionados advirtiendo del derecho que otorgamos a FB para que haga uso de nuestras fotos. Ni de la posibilidad de filtrar mediante el uso de listas, pero este es otro tema. Aunque relacionado, claro.

Y no voy a comentar la cadena de publicaciones sobre el cobro de los servicios por parte de Facebook. Estoy convencido de que mi muro está lleno de cachondos que compartieron esa noticia solo por chanza.

Convencidísimo.

Otra vez me lío. A lo que iba, sí. Que yo también tengo una petición.

Antes de hacer un copy-paste de la primera noticia supuestamente alarmante que encontréis por la red pararos por favor a mirar si es cierta o al menos si tiene un mínimo fundamento. Los cambios de Facebook pueden gustarnos o no, podemos entenderlos o no, y podemos estar más o menos de acuerdo con su política, pero si vamos a seguir en esta red hay que jugar con sus reglas, y la responsabilidad sobre lo que publiquemos es de quien publica.

Si no nos gusta, hay otras opciones. Claro, que esto es como ir a un garito que detestas, que te ponen garrafón, que te clavan… pero al que vas porque es donde está la peña.

Es una sanísima costumbre la de conocer aunque sea por encima aquello que se usa. Es un rollo, lo mismo que lo es leerse todo el texto de un contrato, el bucear entre las opciones de configuración y establecer los parámetros que nos satisfacen. Pero al igual que con los contratos, las satisfacciones pueden superar al tedio.

Algunos de quienes me conocen recordarán el caso de cierto individuo que se sorprendió amargamente de que sus comentarios en un foro público salían en internet. Y es que no hay nada como saber de lo que se habla.

Para que quede claro, ya que es el tema. Si un desconocido tiene acceso a tus publicaciones es porque tú le has dado permiso a FB para que así sea, si un desconocido puede ver tus fotos es porque tú le has dado permiso a FB para que así sea, si un desconocido puede suscribirse a tus publicaciones… adivina: es porque tú le has dado permiso a FB para que así sea.

Obviamente, no podemos evitar que uno de nuestros contactos (lo siento, no me gusta el término «amigo», yo no tengo tantos «amigos» como Facebook me asegura que tengo) difunda cualquiera de nuestras publicaciones, en especial las fotografías. De ahí el importante ejercicio de responsabilidad que implica el hecho de publicar una imagen o un vídeo… o cualquier comentario, y que me resulta extraño que no resulte evidente. Por otra parte, de suceder, lo mismo habría que seleccionar más severamente a nuestros «amigos». O someter a los que tenemos a una criba exhaustiva. En definitiva, no olvidemos el viejo refrán: Si no quieres que tu madre se entere, no lo publiques en Facebook.

Podemos (y debemos) quejarnos de todo aquello que no nos satisfaga y luchar porque se pongan los medios para solucionarlo, especialmente si entendemos que se trata de algo injusto.

Y debemos exigir nuestros derechos como clientes. Pero como leí no hace mucho, los usuarios no somos los clientes de Facebook, somos la materia prima necesaria para vender su producto a sus auténticos clientes, a saber, publicidad, a los anunciantes.

Si no nos gusta, siempre nos quedará la mensajería instantánea. O la telegrafía.

Y que nadie se me ofenda, esto va de buen rollo. Copypastea esto en tu muro o no, como quieras, lo que me importa es que aquellos a quienes yo quiero que les llegue este mensaje, lo han recibido.

Nos leemos en Twitter.

Imagen tomada sin permiso del blog Undisciplines Affinities, en entrada del 22 de noviembre de 2010.