Qué duda cabe que Cowbow Bebop no es sólo uno de los mejores animes que se han imaginado, sino una de las mejores series de TV. Eso es así. Pues aún menos se puede discutir la calidad de su banda sonora, comenzando por el propio opening, que dotó si cabe aún más a la serie de personalidad propia.
Fue una serie británica de solo dos temporadas y 13 episodios en total emitida entre el 88 y el 90 y que, si no recuerdo mal, creo que por aquí pudimos verlas vía autonómicas; de ser así, en mi caso ocurriría a finales de los 80 o muy principios de los 90, en los primeros pasos de Canal Sur.
La historia iba de los romanos en su conquista de un lugar miserable, frío y húmedo, o sea, Britania, en el año 123 DC, y estaba ambientada en particular en un pueblucho llamado Chelmsford.
Ya tenemos claro de dónde viene el título.
Tenía como principales protagonistas al gobernador romano Aulus Paulinus (interpretado por Jimmy Mulville), quien había ido a dar a esa cloaca de destino por insultar al caballo del Emperador (una referencia a Calígula, posiblemente) y al cacique local, Badvoc (interpretado por Rory McGrath), quien no se había cortado el pelo en 25 años.
He sacado la mayor parte de esta info de la Wikipedia porque, honestamente, tampoco recuerdo gran cosa de esta serie (a lo que pondré remedio en breve Amazon mediante), pero si ha sobrevevido por encima de otras entre la maraña de recuerdos de series de mi niñez-adolescencia es por una escena de apenas unos segundos, de un episodio del que no recuerdo nada más, y que me hizo dar un salto en el sofá y apuntar con el dedo a la tele mientras murmuraba «illo-illo-illo-ira-ira-ira».
Ahí quedó la cosa. Si no fuera por la nitidez del recuerdo podría haber llegado a pensar que lo había imaginado. Pero para eso está Youtube. Para callar bocas. Y para hacernos reir con gatitos. Y para ascender al estrellato a niñatos chillones.
Después de una cuarta temporada que, si bien no tacharía de «mediocre», sí que no estuvo a la altura de lo que esta obra de culto debe deparar, Community está de vuelta, sin Chevy (cosas de egos) pero con Harmon, que es lo que importa, porque su ausencia en la cuarta serie se sintió demasiado. Y tras cinco episodios ya de su quinta entrega en la conocida como cadena del pavo real, podemos respirar (un poco) aliviados.
Este surrealista microuniverso universitario parece que ha vuelto a encontrar su camino.
Seguramente nada volverá a ser tan redondo como lo fue en la segunda (y también en la tercera) temporada, pero las referencias siguen ahí, los diálogos han vuelto y los homenajes son constantes. Puede que su paso a «media temporada» rompa la balanza entre episodios «normales» (si es que esto existe en esta serie) y los episodios «chalados» (como si no lo fueran todos), pero también puede ayudar a que se mantenga la frescura que necesita.
Y para muestra un botón: Basic Intergluteal Numismatics (5×03), homenaje en toda regla a las pelis de Fincher; no tan redondo como el dedicado a Ley & Orden, cierto, pero nos ha deparado un villano de lo más temible: El Bandido del Ojete. Por aquí dejo un vídeo recapitulatorio que he encontrado.
En definitiva, si crees que The Big Bang Theory es la sit-com «nerd» por excelencia… no tienes ni idea; Community pone a prueba el nivel de cultura de la peña casi en cada episodio.
Pues aunque este póster, y la confirmación del título del Especial 50 Aniversario, han dado ya tres veces y media la vuelta al mundo, no podía dejar de colgarlo por aquí.
Finalmente serán 15 minutos menos de lo que se había venido diciendo; es cierto que es la duración media de los especiales de los últimos años, y aunque éste no es un especial cualquiera, promete ser una hora y cuarto inolvidable.
Se agradece que hayan dejado de lado los manidos títulos de «The N Doctors» (por más que tanto «The Two Doctors» como «The Three Doctors», vea como se vea, ya estaban pillados).
Y sea como sea, ese graffiti Bad Wolf en el muro medio derruido ya pone los pelos de punta.
En una metedura de pata que será recordada aún durante otro medio siglo, aquellos que reservaron en pre-order la segunda parte de la séptima temporada de Doctor Who en USA han recibido YA los blu-rays correspondientes, cuando aún queda pendiente de emitirse en BBC One el último episodio de dicha temporada, que lleva el icónico título de «The Name of teh Dcotor», del que el propio Moffat ha comentado que cambiará el curso de los acontecimientos para siempre, y del que se sospecha que enlazará directamente con el especial del 50 Aniversario, a emitirse el 23 de noviembre.
Se está pidiendo encarecidamente a través de las redes sociales a quienes han recibido los discos que no filtren el contenido, con la promesa del propio Moffat de la emisión de un vídeo de Tennant y Smith tras la finalización de este episiodio si el contenido de «The Name of the Doctor» no es filtrado. Ardua tarea.
Yo por mi parte me aplicaré la misma doctrina que con Star Trek Into Darkness: durante la próxima semana, comentario que vea sobre el tema, comentario que será escrupulosamente ignorado.
Ya de paso, la precuela de este episodio emitida tras «The Silver Nightmare»:
Mientras que en estas tierras ibéricas triunfaban Bandoleras y Piratas en Barcos, o Ángeles y Demonios que iban a clases de Física y Química, en 2011 partía la pana en Corea una adaptación a imagen real (lo que viene siendo un live action, para los no iniciados) de una de las más queridas series de cómic de los 90 y que tan buenos recuerdos dejó a la chavalada de la época, el “Cazador” de Tsukasa Hojo.
Así que haciendo alarde de mi más recalcitrante alma cinéfaga, hace unas semanas acabé de ver los veinte episodios de esta serie, y pues que me apetece vomitar por aquí un par de comentarios.
No voy a hablar en profundidad de la obra, ni de la original ni de esta adaptación, que para eso ya hay multitud de blogs sobre doramas por ahí (y sobre doramas coreanos en particular, es increíble), pero sí me gustaría comentar algunos aspectos que no he leído en ningún sitio (o, en su defecto, que he sido demasiado vago para encontrar).
Iría terminando el segundo capítulo cuando llegué a una hipótesis que fue quedando demostrada a medida que avanzaba la serie, a saber: que esta adaptación se trata de una producción palomitera altamente disfrutable siempre y cuando se encuentren con éxito estas tres condiciones:
CONDICIÓN PRIMERA.
Superar el tedioso, a ratos insufrible y aparentemente interminable primer episodio. Vale, no es una carta de presentación muy apetitosa. Admitido. Las producciones coreanas tienden a poner a los espectadores en antecedentes de los personajes que desarrollarán y cargarán con el peso de los hechos que están por venir. El problema es que estos antecedentes en ocasiones se remontan hasta la primera cagada del protagonista siendo bebé y esto, cuando los acontecimientos están por hilvanar, cuando de hecho ni siquiera tienes una pista de por dónde pueden tirar, descoloca bastante.
Explicar según qué circunstancias del pasado de los protagonistas mediante flashbacks ayudaría a aligerar el inicio de la “chicha” y, por otra parte, permitiría ir desvelando ciertos detalles poco a poco. Se agradece la intención, aunque se corre el riesgo de cansar al personal. Así pues, si te decides, curioso lector, por darle una oportunidad a la serie, espera por lo menos a acabar el segundo episodio para hacerte una idea de por dónde pueden ir los tiros. Aunque eso sí, la historia empieza a coger ritmo y a enganchar en torno al quinto episodio.
CONDICIÓN SEGUNDA.
No olvidar que estamos hablando en todo caso de un dorama coreano. De acción, pero coreano. Esto implica altas, altísimas dosis de melodrama, toda suerte de polígonos amorosos, situaciones que propician equívocos, dudas en ellas, dudas en ellos, primeros planos del guapísimo él y de la hermosísima ella sostenidos casi hasta la exasperación, planos a cámara lenta con los cinco o seis temas empalagosetes repetidos hasta que te los aprendes de memoria en perfecto coreano, flashbacks de situaciones que han ocurrido en el mismo episodio diez minutos atrás (mira, para esto sí que saben usarlos…).
Vaya, tampoco lo estoy pintando muy bien, ¿no? Pues a pesar de ello, a pesar de que en ocasiones te entran ganas de tener a uno de los guionistas delante y empalarlo por moñas, las dosis de comedia descargan a estas situaciones de gran parte de su peso y, en especial, las escenas de acción, de las que cada episodio se encuentra también cargado con generosidad, aderezadas todas ellas con una banda sonora pegadiza y molona, elevan el nivel de disfrute varios enteros.
Vaya aquí un ejemplo de esto, un fan-made MV mezclando varios cortes de acción con uno de los temás más resultones, Sad Run:
CONDICIÓN TERCERA.
Olvidar, desde el primer minuto, cualquier similitud con la obra original de Hojo. Éste fue posiblemente en mi caso una de las mayores trabas para empezar a disfrutar de la serie. Andaba esperando ver desde el principio la versión coreana del detective Ryo “Coque” Saeba, resolviendo únicamente casos propuestos por mozas de buen ver, y más aún ansiaba ver a la versión coreana de Kaori “Julia” Makimura atizando al salido del compañero de su hermano.
No. Borra esto de tu mente. Olvida que estás viendo una serie que se llama City Hunter. Porque de hecho, si desviaras la vista de la pantalla en el momento en el que aparece el título y el reconocimiento a Tsukasa Hojo en los créditos, nada te haría suponer que lo que estás viendo tiene tal nombre.
Como sinopsis, y sin entrar en detalles y ni mucho menos spoilers, la historia arranca en 1983, momento en que cinco miembros del gobierno surcoreano, como respuesta a un ataque del Norte (un suceso históricamente verídico), envían a una veintena de soldados a tierras enemigas para un contraataque. Algo sale terriblemente mal en esta operación, y la inacción de estos cinco señores (era una operación ultra-mega-secreta de la que nada se podía hablar) les cuesta la vida a todos los soldados. A todos menos a uno, Lee Jin Pyo, quien vuelve a Corea, se lleva al hijo recién nacido de uno de sus compañeros muertos, huye a Tailandia, y educa a este hijo como propio, formándolo tanto intelectual como físicamente, sometiéndolo a un duro entrenamiento con el único objetivo de llevar a cabo la venganza sobre quienes propiciaron la muerte de sus compañeros. Veintiocho años después comienza la recta final de esta venganza, en pleno Seúl, y Lee Young Soon (interpretado por Lee Min Ho, quien saltara a la fama por su papel protagonista en Boys Before Flowers, la adaptación coreana de Hana Yori Dango), el niño perdido, será quien deba ejecutarla, aunque no lo hará como su padre adoptivo tenía en mente.
Dosis de acción, comedia, chicos guapos, chicas monas, y la más casposa soap opera (nunca me deja de sorprender la cantidad de casualidades y parentescos que los guionistas son capaces de orquestar) completan un caldo de cultivo para que cada episodio avance un paso en la gestión de la trama de venganza, planeada para que uno a uno los culpables vayan cayendo en ella.
Para terminar, dejo por aquí un fake trailer (también fan-made, claro) de una hipotética película. Como resumen es ideal, porque lo que se narra en el trailer es una concisa sinopsis de lo que va la cosa; de hecho, la historia posiblemente funcionaría a la perfección como película, ya que buena parte del metraje de la serie de TV, además de en eternos primeros planos y en flashbacks, se invierte en tramas secundarias requeridas para completar los sesenta minutos de cada uno de los veinte episodios.
(Off-topic: Vaya momento déjà-vu a lo Casshern, ¿no?).
Y aunque solo está relacionado tangencialmente con el asunto, me resultaba imposible resistirme a mencionar esta otra adaptación hongkie que el mismo Jackie Chan hizo del personaje a principios de los 90, también libérrima, con parodia de Street Fighter incluida, y obviamente reciclada en producto de artes marciales a la medida de su protagonista. Aunque algo quedaba del Saeba original:
Hablando de que Lucy Liu hará de Watson en Elementary, comentábamos ayer que será que los productores quieren darle un toque de originalidad al producto introduciendo en la adaptación una tensión sexual entre los protagonistas que tan bien le pega sin duda a la misoginia de Holmes.
Una pareja protagonista, de sexos opuestos. Un terreno ya abonado para crear situaciones de lo más picantonas y comprometidas, en las que poder jugar con un quiero-no-quiero, un me-gustas-no-te-soporto. Debe de ser la primera vez que a alguien se le ocurre algo así.
Bueno, eso si no contamos Bones. O Castle. O Tru Blood. O The Big Bang Theory. O Fringe. O El Mentalista. O House. O Futurama. O Expediente X. O Remington Steel. O Luz de Luna. O… espera, que no estamos contando los casos patrios, Aguiluchos Coloraos deshojando Margaritas y tal… Bueno, eso.
Cotilleando por internet (as usual) me he topado con que hasta existen siglas clínicas para definir estos conocidísimos síntomas: TSNR. Tensión Sexual No Resuelta, claro. Paleto de mí.
En inglés, URST: Un-resolved Sexual Tension. Elemental.
Si lo hiciera, no sé si lloraría o sonreiría burlón, como pensando: “ahí os queda eso”.
Doce más uno. A mí me salen trece.
Si recuerdo algo de la primera edición es a Mercedes Milá convenciendo a la audencia del carácter de experimento social del show, a la sazón posiblemente el primer reality moderno de la televisión española (creo, tampoco me hagan mucho caso en esto).
Mercedes Milá es periodista (eso lo he mirado en la Wiki) (para estar seguro, vaya, no fuera a escribir algo incorrecto) (todo lo seguro que se puede estar consultando la Wiki).
La formación periodística de Mercedes Milá no tiene por qué capacitarla para ser conocedora de métodos científicos o criterios estadísticos, aunque quizá podría esperarse así de una persona que intenta convencer a un país de la validez de un determinado experimento.
No voy a pretender ser un experto, ni siquiera un aficionado, a los experimentos sociales, pero no puedo evitar una reflexión de estas mías tan tontucas.
Que digo yo, que si después de doce años y trece intentonas, si el experimento no da los resultados esperados… lo mismo sería momento de cambiar el método, ¿no? O a la investigadora.